Un amigo sufríó un cáncer, y su decisión fue no contarlo a su entorno más cercano, ni siquiera a su propia familia, para evitarles dolor. Aunque el final éste caso fue feliz, porque lo superó, parto de ésta experiencia para pensar en voz alta ¿Alguien considera que el deseo de alguna de las personas fallecidas, fuera que, durante el resto de la vida de su entorno más íntimo, sea el sufrir por no estar con él?
Mi “testamento” en éste sentido lo tengo clarísimo, entiendo que el día de mi despedida haya momentos de tristeza, aunque me gustaría que fuera el punto de partida sobre cómo recordarme, con cariño y no con dolor.
Mi entorno lo sabe, no quiero una gran tumba, no quiero una gran ceremonia, sólo un encuentro de mi entorno para que se apoyen, si lo necesitan, y para reforzar esos lazos de amistad, cariño, familia que nos unían.
Tras hacerme pasar por el horno, que mis restos sean llevados al monte, cualquier hueco al lado de un camino, será el lugar perfecto para que mis cenizas se integren de nuevo en la vida. Tras depositar las cenizas un árbol, sobre ellas... sabía que una vez perdido el pelo, algo podría crecer sobre mi cabeza (jeje). ¿Cualquier camino? Sí. No quiero que mi recuerdo sea mi fallecimiento, sólo mi presencia cuando estaba vivo.
Eso sí... si alguien tiene en algún momento necesidad de estar conmigo aunque haya fallecido, puede acercarse al árbol e incluso abrazarlo, como hago cuando uno de ellos me resulta especialmente atractivo.
... y tras éstas letras soy consciente que me quedan tareas por hacer para facilitar el camino y decisiones para “aquel que quede”:
- Testamento
- Testamento vital
- Testamento en redes sociales
- Donación de órganos
** Sobre éstos temas incluiré un post en breve
Hoy no voy a publicar éste post porque es 1 de Enero de 2012... me ha llevado a escribirlo un enlace que han puesto unos amigos en twitter, en el que se relata la petición de una chica a su madre, para permanecer presente una vez fallecida... (entre otras cosas):
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